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sábado, 27 de noviembre de 2010

Masculinos siglo XXI

El Manual de las frases hechas suele tener, como toda manifestación de la cultura popular (tradiciones, leyendas, moralejas), mitad de bizarrez alienante y mitad de verdad pura y basada en la experiencia. Y como toda manifestación popular, son tomados ó con la liviandad más neta y cruel, ó con la solemnidad más seria e irrefutable. Y el humor suele ser una de las fuentes más explícitas sobre estas cuestiones.

Los capítulos dedicados a las relaciones amorosas suelen ser muy empatibles: la mayoría se identifica con ellos ó conoce a gente con los que identificarlos. Y el capítulo de las frases hechas por las mujeres, sobre los hombres, no son la excepción:
  • son más simples y menos inteligentes que las mujeres
  • el sexo los omnubila
  • inmaduros/infantiles/eternos hijos de mamá/ dependientes
  • básicos/irreflexivos/dispersos
  • poco selectivos
  • superficiales
  • poco sensibles
  • poco románticos
  • vanidosos/autorreferenciales
  • cobardes
  • irresponsables
  • sucios/desprolijos
  • fóbicos a las relaciones de pareja
  • sordos ante las demandas de otros
  • buscan una madre en lugar de una pareja
  • no suelen reconocerse en nada de lo que esta lista vocifera
  • no pueden cambiar

Ahora... en Buenos Aires siglo XXI, de a poquito, ha irrumpido en la esfera masculina algo que hace unos años hubiera sido impensado: el hombre psicoanalizado.

Este hombre reflexiona, reconoce sus limitaciones, temores, contradicciones, defectos. Escudriña sus dilemas íntimos y los pone sobre la mesa.

Dice "esto es algo sobre lo que vengo trabajando en terapia", y casi arrollándonos en un discurso que ha tenido por décadas la potestad femenina, no hay mujer que se resista ante un hombre con tal grado de reflexión y sensibilidad... al menos, como para dar el gran paso de ir al terapeuta.

El Cromagnón se ha metamorfoseado hacia este nuevo ser que aun sigue siendo minoría, pero que no por ello deja de ser admirable.

¿Qué resultará de éste cóctel de ADN masculino navegando en cuestiones abstractas, introspectivas y complejas? ¿Acaso un ser ideal que combine todo ésto con esa simpleza masculina que en el fondo tanto nos atrae a las neuróticas enroscadas? ¿Acaso el mismo tipo de hombre pre-reflexivo pero con argumentos y justificaciones psicoanalíticas? ¿Acaso un tipo el doble de neurótico, con el que las mujeres ya no encontrarán en él un cable a tierra, sino un enredador de enriedos?

En cualquier caso, ese fenómeno (en ambas ascepciones del término) me resulta fascinante.


Me estimula y seduce. Casi me erotiza.

Pero cautela. A no perderse en esta fascinación por la novedad.
Pero cautela: a no desmerecerla.

martes, 23 de noviembre de 2010

Latente

Cualquier cosa te puede detonar cuando sabés quién sos
*pero te escondés, hasta de vos.

cuando sabés qué sentís
*pero lo callás para no asustar… ó para no herir.

cuando sabés qué es mejor
*pero estirás la agonía... ¿por ilusión?

cuando sabes qué esperás
*pero simulás que te da igual

cuando reconocés un ideal
*pero te convencés que puede ser real

cuando sabés qué hacer
*pero te paralizás por temor

Cualquier cosa te puede detonar cuando al ser tan vulnerable
sos tu fragilidad y tu protección
parábola despiadada
sin herramientas y con intención.

Cualquier cosa…
una sombra ó un destello
una escena íntima
una duda
una palabra
la sensación de vacío
no encontrar explicación

Cualquier cosa te puede detonar si sabés qué querés
*pero te hacés la que no.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cuando seas grande lo vas a entender

Recuerdo esa maldita frase. Y una de las grandiosas cosas que tiene el ser adulto, es no tener que volver a escucharla.

Era la clausura de una inquietud, y desde un lugar de absoluta autoridad portadora de verdad, lo que me dejaba sin posibilidad de decir nada más, y sin información que satisfaga mi inquietud. "Los grandes" se hacían los que sabían algo que yo no, pero íntimamente me daba cuenta que si aparecía esa frase, era porque ellos no tenían respuesta.

- Papá, ¿por qué decís que creés en las teorías no-religiosas sobre la historia de Jesús, y festejás navidad, reyes, pascua y nos mandaste a catequesis a tus tres hijos?
- Tía, ¿por qué si decís que el novio de tu hija la menosprecia y le socava el autoestima, estás deseando que le proponga matrimonio?
- Papá, ¿por qué si mi hemano mayor a mi edad podía ir a bailar todos los sábados, yo tengo que ir fin de semana por medio?
- Mamá, ¿por qué siempre decís que el poder está dentro de tí, y ante alguna adversidad te ponés a rezar?
- Abuelo, ¿por qué si todas las personas con las que te llevás mal son rubias, vos odiás a los negros?

¡Y yo que esperaba ansiosa a crecer para entender!

Lo reconozco. He escuchado a mucha gente decir: ahora que crecí (ó que soy profesional, ó que tengo un hijo, etc) entiendo más a mis padres. Me identifico con ellos. Me encuentro haciendo ó diciendo a mis hijos lo que yo odiaba que me hagan ó digan, pero ahora los entiendo...

Yo: ¿Y por qué les decís eso?
Ellos: ¿y qué les voy a decir?

Noté que en general que quienes reconocen "entender a sus padres" en la madurez, son quienes repiten exactamente el modelo que tuvieron en su casa. Bueno ó malo, idéntico. No supieron cómo "mejorarlo", y sólo replicaron... hasta lo que condenaban cuando eran niños/adolescentes.

Muchas veces se dice que no hay un manual de cómo vivir la vida, ó uno de cómo ser padre. Yo me di cuenta que algunos sí lo tienen: el manual de sus padres... que suele haber sido escrito por los padres de éstos, y los padres de los padres.

Yendo por este lado, me derivo al tema de cuán estandarizada y pre-fijada está tu vida, en relación a tu familia de origen. Aquí mi test, un punto por cada afirmación:

1) ¿tenés la misma religión que tu familia?
2) ¿votás a los mismos políticos?
3) en general, ¿coincidís ideológicamente con ellos?
4) ¿tenés una profesión similar a la de algún familiar mayor? ¿o al menos una que ellos te recomendaron ejercer ó les guste?
5) ¿trabajás con algún familiar mayor? ¿ó en un puesto similar?
6) ¿encontrás que tu pareja suele tener alguno de los conflictos que tenía la de tus padres?
7) ¿te vas de vacaciones a lugares similares a los que ellos iban?
8) ¿consultás a tus padres antes de tomar una decisión importante? ¿cuánto influye su respuesta?
9) ¿la opinión de tus padres siempre te parece la mejor?
10) ¿te decían "cuando seas grande lo vas a entender"? ¿vos lo decís a los niños?

Si tenés 9 ó 10 puntos, estás genial.

No sé si serás más feliz, pero sé que la llevás más fácil.
Al menos, no tenés que inquirir acerca de sus propias inquietudes, las heredaste.
Ante alguna duda, recurrís al manual y zaz. Zafaste.
Cuando hagas algo que no te parezca muy agradable no lo catalogarás como "un defecto" o no te preguntarás "¿cómo podría revertir ésto?", sino que lo rotularás como "cosas que son parte de la vida, siempre fue así, no las voy a cambiar yo".
Y, por sobre todo, las contradicciones, incertidumbres, planteos que tus parientes-mayores no supieron resolver siguen ahí, afuera, en esa estratósfera que se responderá cuando seas "aún más y más y más grande".

Pero ojo, si el cuestionario te dio de 5 a 8 puntos, puede que estés jodido. Sos vos atrapado en un manual ajeno... y eso es más difícil que no haber tenido nunca ningún manual.


Si te dio cero agarrate. Tenés mucho laburo por delante... pero un camino revelador. Espero que cuando seas grande, nos cuentes tu recorrido.

martes, 2 de noviembre de 2010

Ni 10% de consideración

Hay toda clase de infructíferos debates en torno de esta cuestión, y en general nadie cambia de parecer sino que, cada uno, termina autoargumentando la postura que toma frente a ella.

La propina.

Que si dejás o no. Que si es obligatoria o no. Que si tengo, dejo. Que si te cobran cubierto no tenés que dejar (o si, porque es aparte). Que el que gasta $500 en una cena y no pone $50 es un rata. Que por un café que me cobran fortuna no voy a dejar. Y así, hasta el infinito.

Pero hay una postura que resalta entre todas ellas: la del que pone "en proporción a la atención recibida por el mesero".

La verdad que no tiene desperdicio.

Sentado ahí, ciudadano anónimo e impune, extasiado de esta oportunidad que le brinda la vida, por fin puede evaluar cuan servil es la servidumbre destinada a atenderlo. Cuan rápido, solícito, amable, sonriente es el uniformado que le ha tocado en suerte. ¡Y vaya si no son jugosos sus argumentos!

Este personaje, en general, no suele ver más que ese mísero poder que el destino le dio en suerte de ejercer, y no lo va a desperdiciar. No vayas a intentar sacarlo de ese lugar de privilegio, pues lo defenderá con uñas y dientes. Podrás sugerir "bueno, tardó en venir pero porque el dueño del lugar pone 2 mozos para 20 mesas" y te responderá "no es mi culpa". Podrás decirle "está serio porque es un trabajo agotador y son las 2 de la mañana" y te dirá "y yo qué tengo que ver". O por ejemplo "no seas así, ganan dos mangos porque el restaurante calcula lo que sacan de propina, y lo restan del sueldo" y te afirmará "ese no es problema mío".

Pero lo ideal es no indignarse y seguir con la sucesión del diálogo, ya que tarde o temprano, les juro, pónganlo a prueba, florece ese abominable hombre de las antípodas esclavistas: "le pagan para que me sirva, y no le voy a dar propina si no me atiende bien".

Lo maravilloso de todo ésto es cómo, cual lucha por defender ese patético lugar de ejercicio del poder, el tipo no duda en quedar absolutamente expuesto. Como si estuviera en la lucha por ejercer un derecho propio, y no en el lugar del amo sancionador.

La parte más triste es cuando, por este motivo que se estandarizó más de lo que a veces imaginamos, ves meseros ajetreados, con ojeras, con trescientas mesas para atender y que fuerzan una sonrisa, agotada y servil, intentando conquistar al posible cliente "exigente".

Y todo por dos mangos. Dos mangos que hacen a la diferencia de su salario. Que se aprendió a ganar y defender del modo que la experiencia se lo enseñó: actuando amabilidad ante los seres más despreciables.