Temas

martes, 8 de marzo de 2011

¡Confiecen, hombres!

Su energía y mirada seductora se habían cruzado con mi etapa insípida... quién hubiera dicho que todo ésto iba a terminar con un descubrimiento descomunal sobre el sexo masculino.

Me encontraba en uno de esos momentos donde te preguntás si tu deserotismo será crónico ó sólo responderá al período de duelo de tu última relación: no tenés ganas de salir, ningún hombre te gusta, todo te da igual y sólo ves los días pasar como si fueras un mueble. Y pasa cierto tiempo donde ya no duele tanto el último velado, pero tampoco te desvelás.

Mis amigas me sacaron con espátula y con un argumento irreprochable: otros amigos tocaban esa noche. Me costó bastante salir pero me puse feliz al llegar:  música de mi estilo, ambiente agradable, gente copada. En un paneo general, mi campo visual choca con su mirada fulminante. Era este chico que hacía con los ojos lo que muchos no saben hacer ni con las manos. Eludir esa mirada por sentirme intimidada no significó que me haya pasado inadvertida.

Buscó el momento de ponerse al lado mío y me sacó a bailar. Así nomás, como divertidos, sin grandes habilidades ni midiéndonos la destreza.

No tardé en confirmar que, por más lindo y seductor que fuera, era bastante menor que yo. Eso pasó a ser anecdótico cuando su invitación a irnos del lugar y mi yo-insípido que susurraba "por fin estás saliendo del closet", se encontraron en la esquina, envueltos en esas suave atmósfera que generó la cerveza que me había invitado.

"Mirá, no lo tomes a mal pero acabo de cortar una relación y no quiero estar con nadie" le dije.

Pasaron meses en los cuales muy de vez en cuando enviaba un mensaje nada invasivo pero simpático, ó atinado, ó creativo. Me-ses. Finalmente, más convencida que seducida, accedí. Tuvimos dos o tres citas inocentes y yo que no quería otra cosa. Antes de salir de casa pensaba "bueno, hoy es el día. tengo que romper con este duelo de una vez" pero cuando nos encontrábamos, mi convicción se desvanecía.

Hasta que llegó el día de la revelación.

Justo en la salida menos original y más fría de todas, vuelve a invitarme a "irnos a otro lugar" y yo, más como ejercicio personal que por deseo visceral, accedí.

Debo confesar que lo que descubrí esa noche jamás se lo conté a nadie, pues ni yo me permitía pensar que fuera posible. Tuvimos una primer escena agradable: todo muy lindo y muy bien pero nada sorprendente ni destacable (ni para bien ni para mal). Normailta, digamos. Y en la segunda escena... ta tannn ta taannnn... recién hoy reacciono que... ¡¡fingió el orgasmo!! ¡¡si, un hombre!!

Luego de unos sonidos sutilmente diferentes a los de la primer escena, el jóven en cuestión cubrió su intimidad de manera sospechosa, y se fue al baño. Reacción muy distinta a la que había tenido en la primer situación. Y además su inocente mirada culpable al volver me lo habría confirmado si es que yo me hubiera atrevido a sospecharlo en ese momento.

Hace muy poco un hombre me confesó que lo ha hecho alguna vez, y ahí terminé de aceptar que yo mismísima había sido espectadora de tal espectacular actuación. ¿Es posible que el hombre finja un orgasmo? ¡Pues claro!

Señores productores y conductores de Magazines radiales y televisivos: basta de preguntar sobre este tema a las mujeres. Vamos, queremos que confiecen. Estoy segura que ésto es más común de lo que podemos imaginar. A ver si la igualdad de género, también llega para las situaciones vergonzosas...

Por mi parte, este único encuentro íntimo que tuve con él hubiera pasado totalmente inadvertido si no hubiera sido por semejante revelación.

Resultó ser mi "salida del closet", al cuadrado.