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domingo, 5 de junio de 2011

Yo, mi máquina del tiempo

Tengo una cualidad por la que muchos matarían, pagarían, venderían su alma al diablo. 


Tengo la cualidad de viajar en el tiempo.


Apenas descrubrí que tenía este "super-poder" (allá por mi adolescencia), tuve que sumirme en una profunda reflexión sobre sus cualidades, alcances y limitaciones. Y para ser breve, enumeraré las tres principales que fui aprendiendo con la práctica:

  • Abusar de los viajes en el tiempo, pude llevarte a la parálisis. A ser un vegetal. Es por ello que requiere de una gran lucidez y sentido de equilibrio, para no correr tal trágico riesgo. Y de una muy madura aceptación de la vida para poder dicernir qué cosas importanes merecen el viaje al pasado (o al futuro) y qué cosas no.
  • El alcance de mi cualidad es que funciona sólo con las acciones de las que yo soy responsable directa. No puedo ir al pasado y tener la certeza de cambiar lo que otro ha hecho. Pero no es poco, si tomo conciencia de todas las acciones que dependen/dependieron de mí, inclusive de mi persuación hacia otro. 
  • La limitación: en el viaje hacia el pasado, el período de tiempo topa con el día en que uno tomó conciencia de que tiene este "super-poder". Yo lo he adquirido, como conté, en mi adolescencia y casi entrando a la juventud: lo que significa que no puedo viajar hasta mi niñez, por ejemplo. Hacia el futuro, el período es ilimitado.

MIS VIAJES

Hasta el momento he viajado tres veces al pasado, y me encuentro dudando si realizar un cuarto viaje, pero esta vez al futuro. Son muchos, si tenemos en cuenta el esfuerzo que conlleva, y el riesgo que conté sobre la primer cualidad.

En el primero, evité que nos violaran a dos amigas y a mí. Viajé a aquel auto donde habíamos subido haciendo dedo, y llegué en ese preciso momento donde el tipo que nos venía sacando información y preguntándonos sutilmente sobre nuestras experiencias sexuales, estaba desviándose de la ruta a la que habíamos dicho queríamos ir. A la escena que arribo es en la que él ya había mencionado que tenía un revolver para defensa personal, y que nos recomendaba ir a otro lugar, por eso se desviaba por aquellos pastizales. En lugar de quedar paralizada como venía, simulé una descompensación, que me sentía mal, exigí que parara el coche. Una vez abajo de ese auto que se trababa por dentro y sólo se abría por fuera, me negué a volver a subir. Abrí las puertas de mis amigas y las increpé seriamente a bajar. El desenlace fue feliz.

En el segundo viaje, evité que no cayéramos desde un precipicio. Me materialicé el día trágico a las 20 hs, cuando estábamos a punto de subir al auto luego de haber estado tomando cerveza desde el mediodía. Iríamos, desde Villa Gral. Belgrano hacia La Cumbresita aunque el conductor (ni ninguno de nosotros tres) podía mantenerse en pie. En ese estado, donde la voluntad es casi nula y uno prefiere no pensar, insistí con más énfasis en no viajar, pero el dueño del auto se pone agresivo y dice que me calle y suba. No podía optar por "salvarme yo" y quedarme, así que fui con todas mis alertas posibles anunciando "¡viene auto!" "¡una curva!". El copiloto reía, mi amiga dormia, el conductor obedecía, serio, cual si lo manejara por control remoto (excepto en reducir la velocidad). Evitamos la curva fatal, aunque más adelante derrapamos en una curva inocente, con banquina de llanura.

En el tercer viaje, evité quedar embarazada. Viajé y llegué a aquel hotel donde estaba con él. Enredada en aquella relación desquiciada e inconciente, y donde no me había importado ninguna consecuencia que deviniera de su deseo, esta vez pude decirle que no. Que nos cuidaríamos a riesgo de que él me dejara. Éste fue el viaje más difícil, pues al arribar a aquella situación uno la siente tal cual la sentía en ese entonces: desdibujada por completo y entregada a él, decirle que no fue una de las cosas más valientes que hice en mi vida.

Ahora me encuentro evaluando la posibilidad de viajar al futuro. Pero los viajes requieren de una gran energía y concentración, y ando medio baja de voluntad. Resulta que me gustaría revertir ese "cursé todas las materias pero nunca me recibí", ese "hubiera adorado ese puesto de trabajo, pero no tengo el título". El tema es que me está costando mucho enfocarme para el viaje. Años. Este viaje que, como todos los otros, sólo dependen del presente...

De la inconmesurabilidad mágica del presente. De la revelación que el presente significa, como único momento de acción posible y real. De hacerse cargo de ese Poder con mayúscula e ilimitado. El único momento y espacio que habitamos y donde podemos cambiar las cosas. 

No somos producto de un pasado muerto e inmodificable. Sino fruto de nuestros "presentes" consecutivos.

Sólo basta arribar a, desde lo más íntimo, racional, emocional y espiritual, tomar plena conciencia del poder del presente. Y actuar.

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