Temas

jueves, 30 de septiembre de 2010

El muchacho

Por fin me gusta alguien… un poquitito más que un atractivo ocasional.

Y no me di cuenta que esta excepción se dio porque me pareció muy lindo y me cayó bien apenas lo vi, ó porque nuestra conversación fluía como si ya nos conociéramos, ó porque al menos en superficie parecería que compartimos algunos intereses en común.

Tampoco me di cuenta que me gustaba de este modo diferente cuando me sentí tan cómoda con él en casa, tanto que pasamos un día entero juntos e íntimamente no quería que se vaya. O cuando me sentí igual de cómoda en su casa, tanto que le cociné.

Y, me costó reconocerlo, tampoco me indicó que este enganche era distinto el que me haya puesto nerviosa que pasaban uno, dos, tres días que no me mandaba ni un mensaje y yo, casi al borde del ataque de nervios, me aguanté cual heroína del siglo XXI las ganas de mandarle yo (no vaya a ser que se sienta acosado) y de repente el mundo me pareció más lindo y menos injusto cuando sonó el aparatito (éste, creo haber aprendido, es un síntoma de ansiedad y no de atractivo especial por alguien particular).
***
Me resultó tan difícil que me vuelva a gustar alguien de este modo diferente, que ya me sentía rara. Como cristalizada. Entonces también dudé si era él, ó las ganas que yo tenía de que me guste alguien así. Así como me gusta él.

Y tuve la certeza que me gustaba de esta "otra manera" cuando, por una trampa del destino que suele ser tan maliciosamente atinado, me topé en un bar con mi último ex. Ese que me enroscó al punto de que me haya costado más de dos años de intermitencias superar la separación, y de la que por fin ya me sentía liberada. Pero ahí estaba, cual prueba de fuego, luego de no saber nada de él por más de ocho meses. Nos vimos. Él con una expresión que, seguramente, se parecía a la mía: un solo gesto que englobaba sorpresa, asombro, añoranza, tristeza, alegría, incredulidad… cariño. “De estos encuentros con él siempre salí desestabilizada” pensé. Pero mucho tiempo había pasado y algo había cambiado. Me relajé, compartimos un café de dos horas y nos contamos las novedades superficiales y oficiales. Y nos despedimos.

Al subir al subte, no pude más que notar que mi cabeza no paraba de pensar y pensar y pensar en él… en el muchacho que conocí hace poquito menos de un mes. “¿Cuándo lo volveré a ver?”

Y esa sensación medio amarga de incertidumbre. Si a él le gustaré un poquitito más que un atractivo ocasional. Cuánto sería el tiempo prudencial para demostrarle que a mí sí. Si haré algo equivocado que pueda cortar todo de un día para el otro. Que qué hacer si no vuelve a comunicarse por unos días.

Esa misma noche, el muchacho se invitó a dormir a casa.
Por la mañana, ya ni me acordaba del encuentro con mi ahora ex-karmatico ex.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios